El nuevo Papa, de perfil discreto y con pasado misionero en Perú, representa una línea de continuidad con el pensamiento de Francisco, pero también despierta cuestionamientos por su gestión en América Latina.
Un perfil alejado del eje tradicional europeo
La elección de Robert Francis Prevost como nuevo líder de la Iglesia Católica marca un giro estratégico en el Vaticano. Estadounidense, nacido en Chicago en 1955, Prevost fue formado en el seno de una familia católica obrera y se incorporó a la Orden de San Agustín en su juventud. Su vocación religiosa lo llevó a estudiar filosofía y teología en la Catholic Theological Union y luego a obtener un doctorado en Derecho Canónico en Roma.
A diferencia de sus predecesores, Prevost encarna un modelo más vinculado con las periferias sociales y geográficas, un enfoque pastoral que sintoniza con las prioridades impulsadas durante el pontificado de Francisco. Su perfil combina formación romana con un compromiso explícito con las realidades populares de América Latina.
Misión en Perú y experiencia pastoral
Prevost pasó una etapa determinante en Perú, donde se desempeñó como misionero en la región norte del país, en la diócesis de Chulucanas. Allí, su trabajo se centró en la formación comunitaria, el acompañamiento pastoral y la defensa de los derechos humanos. Este período lo distanció de la figura de burócrata eclesiástico, posicionándolo como un referente de campo, con conocimiento directo de los desafíos sociales que enfrenta el continente.
El contacto con comunidades vulnerables en América Latina moldeó un estilo sobrio y cercano, sin gestos espectaculares ni grandes discursos. No obstante, esa misma etapa ha sido objeto de críticas.
Cuestionamientos durante su paso por Perú
Durante su gestión en Chulucanas, surgieron acusaciones mediáticas que lo vinculan con presuntos casos de encubrimiento en situaciones de abuso dentro de su jurisdicción eclesial. Aunque estas denuncias no se tradujeron en procesos judiciales, sí generaron tensiones internas y empañaron su imagen entre ciertos sectores de la Iglesia que reclaman transparencia y rendición de cuentas.
Este historial, aunque sin consecuencias legales, podría convertirse en un factor sensible dentro del cuerpo de cardenales, especialmente ante el principio de “tolerancia cero” promovido en los últimos años frente a los abusos en el clero.
Un operador de confianza en el Vaticano
Desde 2023, Prevost ocupa un puesto clave como prefecto del Dicasterio para los Obispos, donde asesora al Papa en la designación de obispos a nivel global. Este cargo le otorga un rol central en el aparato vaticano y lo posiciona como una figura de confianza directa de Francisco.
Lejos de los focos, ha tejido relaciones tanto en América como en la Curia romana, consolidando un perfil influyente desde la discreción. Su estilo es valorado por su equilibrio entre la dimensión pastoral y la lógica institucional que rige la administración de la Iglesia.
Un Papa entre dos mundos
La elección de un estadounidense que domina el español fluido, con amplio recorrido en Latinoamérica y formación europea, ha sido interpretada en los pasillos vaticanos como un gesto hacia la reconciliación de dos sensibilidades dentro de la Iglesia: la más estructurada y jerárquica del norte global y la más popular y comunitaria del sur.
Aunque su carácter no posee el carisma expansivo del pontífice argentino fallecido, Prevost aparece como una figura de transición y continuidad, lo suficientemente institucional para tranquilizar a los sectores conservadores, pero con una historia personal y ministerial que lo vincula estrechamente con la realidad latinoamericana.
Continente latinoamericano como eje simbólico
La cercanía de Prevost con América Latina no es sólo idiomática o geográfica. Su enfoque pastoral, su sensibilidad hacia las problemáticas sociales del continente y su afinidad con el modelo eclesial promovido por Francisco refuerzan la lectura de su elección como parte de una estrategia más amplia.
En un contexto donde se especulaba con la posibilidad de un Papa africano o asiático, la figura de un norteamericano con identidad eclesial mestiza —formado en Roma, pero forjado en Perú— representa una opción inesperada, aunque alineada con las tensiones actuales del catolicismo global.
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